Alba Sánchez
@albashezf
Durante décadas, el entrenamiento físico se centró casi exclusivamente en músculos, resistencia y técnica. Sin embargo, un nuevo protagonista está ganando terreno en la preparación de atletas: el cerebro. La neurociencia aplicada al deporte no solo está redefiniendo la forma de entrenar, sino también ampliando los límites del rendimiento humano.
El principio es simple pero poderoso: el cuerpo ejecuta lo que la mente diseña. A través de técnicas como la visualización, el control de la respiración y los ejercicios cognitivos, deportistas de élite están logrando mejoras medibles en velocidad, precisión y resistencia. El entrenamiento mental no sustituye al físico, pero lo potencia de manera sorprendente.
Un estudio de la Universidad de Queensland publicado en el 2024, reveló que atletas que practicaron visualización guiada tres veces por semana mejoraron su ejecución técnica en un 12% sin aumentar la carga física. El efecto se debe a que el cerebro activa redes neuronales similares a las que intervienen en la práctica real, reforzando patrones de movimiento.
La tecnología está acelerando esta tendencia. Desde cascos de realidad virtual que simulan competiciones hasta aplicaciones que entrenan la toma de decisiones bajo presión, el abanico de herramientas crece a gran velocidad. Incluso deportes tan distintos como el surf y el ajedrez están incorporando programas de neuroentrenamiento para optimizar la concentración y reducir la ansiedad competitiva.
El reto, es romper el prejuicio de que trabajar la mente es “menos importante” que levantar pesas o correr. Y a decir verdad, muchos atletas solo empiezan a interesarse por el entrenamiento mental cuando una lesión o un bloqueo emocional limita su rendimiento.
En un mundo deportivo donde las diferencias entre competidores son mínimas, el próximo gran salto podría no depender de un nuevo récord de repeticiones o de kilómetros recorridos, si no la capacidad de cada atleta para entrenar donde todo comienza: en su propio cerebro.